Los 7 pecados de la Sociedad hiper-vigilada

Los 7 pecados de la Sociedad hiper-vigilada

Fuente: https://en.panoptykon.org/idea
Traducción y adaptación propia

Se estableció una ruta para entender el problema de la creciente vigilancia. ¿Por qué es un problema y por qué nos dedicamos a reducirlo? Aquí está nuestra lista de los siete "pecados" de la sociedad de hipervigilancia (el original dice vigilancia). 

Imagen de ciudad en vigilancia electrónica

1. Interferencia de la privacidad: La hipervigilancia actual infringe cada vez más y de forma más profunda nuestra privacidad. La información detallada sobre nuestras actividades diarias, se recopila en casi todos los lugares y áreas de nuestra vida: en el trabajo, en la escuela, en una tienda, en el transporte público. Es cada vez más difícil evitarlo: estamos bajo observación constante. En casa, metimos libremente “agentes de seguridad privados” y nos amarramos a nuestro “Teléfono Inteligente” (Smart Phone). Navegando por Internet, nos creemos anónimos, aunque de hecho dejamos cientos de rastros digitales, consiente o inconscientemente. Incluso en los baños públicos somos observados por cámaras de circuito cerrado de televisión. Toda esa información recopilada sobre nosotros es útil para alguien y para algo, pero generalmente no sabemos realmente para quién y con qué propósito. Y en realidad no tenemos ningún control sobre ello. Por otro lado, los gobiernos y las corporaciones saben cada vez más sobre nuestras vidas, por lo que la asimetría de la información está creciendo.

2. Discriminación y exclusión: La vigilancia contemporánea se basa en segmentar a las personas en categorías. Sobre la base de nuestras diversas características (desde nuestro aspecto hasta las páginas web que navegamos en Internet), se nos está evaluando: cuál es nuestro potencial de compra, qué amenaza representamos para la seguridad. Y luego nos asignan a un “cajoncito” estadísticamente "apropiado". Eso conduce inevitablemente a diversas formas de discriminación y exclusión. Nos “encasillas y etiquetan”. Muchos casos espantosos de violaciones de los derechos humanos se han presentado bajo el amparo de una lucha contra el terrorismo, debido a la religión, nacionalidad o apariencia. Sin embargo, la influencia discriminatoria de la vigilancia puede afectarnos a todos en nuestra vida cotidiana, en forma de denegación de acceso a lugares o servicios específicos o de la necesidad de pagar un precio más alto por un producto comprado.

3. Errores de sistema: Los algoritmos que dividen a las personas en categorías no son infalibles. Incluso en el caso de los métodos estadísticos más avanzados, de vez en cuando se cometen errores. Sus consecuencias pueden ser triviales, como un simple anuncio web mal personalizado. Pero la propagación de la elaboración de perfiles (perfilamiento de grupos y personas) y la evaluación de riesgos en otras esferas de la vida, conduce inevitablemente a una situación en la que las consecuencias de los errores pueden ser mucho más graves. En los Estados Unidos, muchas personas no pueden subirse al avión solo por tener un perfil "incorrecto": a partir de los datos recopilados sobre ellos (por ejemplo, nombres, rutas de viaje) se les podría considerar sospechosos. Afectan el principio de inocencia previa. Tienen que demostrar su inocencia. Los sesgos algorítmicos son una preocupación presente en la programación actual, especialmente por sus continuas fallas contra grupos y minorías étnicas.

4. Aumento del miedo, erosión de la verdad: El aliado actual de la hipervigilancia es el miedo. Miedo que justifica el levantamiento de vallas y muros, instalación de cámaras, empleo de guardias. Todo, en la búsqueda de separarse de potenciales –no siempre reales- amenazas. Los problemas relacionados con ellos quedan bien ilustrados por el desarrollo de comunidades cerradas y otros espacios vigilados en los que pasamos cada vez más tiempo. Al estar "protegidos" del mundo circundante, obtenemos un consuelo momentáneo, pero a la larga solo llegamos a tener más y más miedo de lo que hay detrás del muro. Ese muro se convierte en la prueba tangible de que el peligro acecha, nos separa de los demás, dificulta la construcción de una relación de confianza. Todo eso aumenta el miedo y crea la necesidad de nuevas formas de vigilancia. Podría llamarse la “espiral del miedo por hipervigilancia”: somos vigilados y por miedo, promovemos mayor vigilancia, que produce a su vez mayor miedo y separación.

5. Maquillaje en vez de solución de problemas: Las nuevas medidas de hipervigilancia, se presentan como la panacea para enfrentar los problemas sociales. A menudo aceptamos ceder nuestra libertad, convencidos de que como resultado de ello se logrará algún objetivo importante. Se supone que las cámaras de vigilancia ayudan a luchar contra los ladrones y los vándalos, mientras que el bloqueo de sitios web elimina el contenido no deseado de Internet. Sin embargo, por lo general, las medidas de vigilancia solo enmascaran los síntomas de los problemas y no abordan sus fuentes. El bloqueo de sitios web puede dificultar la aparición de contenido no deseado, sin embargo, seguirá siendo accesible para cualquier persona interesada por otros medios digitales. Lo acabamos de ver con el cierre de un sitio que promovía la violencia racial, en los Estados Unidos, que, al cerrar su cuenta en una red social, inició su difusión en otra red menos supervisada. Una cámara de vigilancia no disuadirá a nadie de seguir el camino del crimen, pero puede reemplazar las medidas preventivas necesarias, debido a la falsa seguridad que podría producir. Dejar de mirar un problema no lo hace desaparecer; todo lo contrario, puede crecer, ya que no hay presión para solucionarlo.

6. Desinterés en la responsabilidad compartida: En el espacio hipervigilado es difícil comprometerse a actuar cuando vemos que algo anda mal. ¿Puede sorprender que, en un centro comercial lleno de cámaras y guardias, cuando ocurre un robo o pelea, los presentes que queden esperando, como simples espectadores, a que intervenga una persona competente y designada para ese efecto? Cada vez más espacios en los que vivimos empiezan a parecerse a un centro comercial por su nivel de vigilancia. Puede evocar consecuencias imprevistas que favorece un desinterés social por lo que sucede, y fortalece la actitud pasiva en nosotros y el sentimiento de no ser responsable de lo que sucede a nuestro alrededor.

7. Obligación en vez de ética: No nacemos con un sentimiento de responsabilidad por nuestros actos, lo adquirimos junto con la experiencia y la educación. Para que se desarrollen los mecanismos de control interno es necesario cierto grado de libertad y sobre todo la posibilidad de cometer errores y pagar sus consecuencias. Hoy en día, desde la más tierna infancia estamos sometidos a un control cada vez más estricto, lo que limita drásticamente ese ámbito de libertad. La crianza y la inculcación de valores en los niños son reemplazadas por la “obligación”, generada por nuevas formas de control. En lugar de dar prioridad a la responsabilidad y los estándares éticos, promovemos la conformidad sin sentido que puede desaparecer tan pronto como se afloje el corsé de vigilancia. Si me ven o no me ven, en eso se basan los “valores”.

Comentarios

Lorena Salgado dijo…
El título del artículo resulta provocador. Revisado el contenido ¿podríamos concluir que la mano invisible del mercado fue sustituida por la religión tecnológica? Saludos
Geovanni dijo…
Hola Lorena, interesante que propongas el tema de "religión tecnológica". Se desprenden enémisas ideas de esa provocativa idea. Pero al final, creo que sí... hemos tornado aquello que es un medio (tecnología) para el bienestar humano, en un fin, como si fuese un destino final (podemos llamerle divinidad, cielo o dios) y por ese motivo, como si fueran ritos, plegarias, mandamientos y dogmatismos, le rendimos pleitesía y en un rictus de dopamina nos inclinamos ante ello.